Me encuentro en una playa desierta en Grecia. La temperatura es deliciosa y corre una agradable brisa. Estoy sola, sentada sobre la arena. Mis hombres están ocupados en sus quehaceres en nuestra motorhome, donde vivimos hace casi un año y medio.
Estamos estacionados a pocos metros de la suave arena.
En ocasiones como ésta, pienso en lo acertada que fue nuestra decisión.
Fue a fines del año 2021 que le pusimos fecha a nuestro sueño.
Queríamos cambiar radicalmente nuestro estilo de vida y, por fin, comenzar a vivir la vida que queríamos.
Habíamos viajado por carretera, mi marido y yo, desde que éramos muy jóvenes, alrededor de los 19 años, cuando nos conocimos.
Amábamos la ruta, las sorpresas del viaje, el mapa rutero arrugado, manchado y rayado, pegado con cinta adhesiva. La magia en el camino.
Cada año esperábamos con ansias el tiempo de vacaciones para lanzarnos a la aventura.
Casi cada año en un vehículo diferente. Más grande, más cómodo, más moderno, más económico.
Luego se sumaron los niños, Bastián (19) y Gaspar (13), a quienes los incorporamos a nuestra vida viajera desde que nacieron.
De hecho la primera aventura en la que Gaspar participó ocurrió cuando tenía 12 días de nacido y aún no botaba el cordón umbilical.
“El andar condicionaba la mirada, y ésta condicionaba el andar, hasta tal punto que parecía que sólo los pies eran capaces de mirar” Robert Smithson1
Cuando vas de vacaciones, tienes un cronograma básico de actividades ajustadas a las fechas de tus día libres. Y por lo general regresas más cansada de lo que estabas antes de irte. Pero piensas “lo bailado no me lo quita nadie”
Y así es cada año.
Sabes que luego regresarás a tu rutina, esa que te mantiene los pies atados a la tierra en tu zona de confort.
Pero nosotros queríamos invertir ese juego macabro. Trabajar todo el año para tener sólo 15 ó 20 días libres para vivir tu vida.
¡Todo un año!
Nuestros amigos y familiares, en Chile, nos dicen que la experiencia que estamos viviendo “es única” y sí que lo es.
Pero eso no significa que no extrañe la rutina, las certezas, las comodidades de una casa, la ciudad, las personas. A todos ellos.
Por supuesto que lo extraño. Así como extraño mi infancia o mis años en la universidad.
Gracias a la ausencia de puntos de referencia estables, el nómada ha desarrollado una capacidad para construir a cada instante su propio mapa. Su geografía sufre una mutación continua, se deforma en el tiempo en función del desplazamiento del observador y de la perpetua transformación del territorio.2
Pero la vida es un camino, un proceso, un andar, un transitar.
Y he descubierto que el errabundeo es una extraordinaria forma de transitar en este mundo: Activa tus sentidos, potencia tu creatividad, aumenta tu sensibilidad, destruye estereotipos y prejuicios, te transforma en un ser más libre.
Esta playa desierta, sólo para mí, me lo confirma.
Y es el momento de agradecer, una vez más, por la decisión que tomamos. Por toda la energía que invertimos, como familia, para dejar atrás los miedos y dar este salto de fé.
No me canso de escribir sobre este tema, y me haría mucha ilusión si logro transmitirte aunque sea un poquito, el deseo de vencer tus miedos y luchar por tus sueños. Sean éstos viajar o cualquier otro.
Con cariño,
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