De prejuicios y estereotipos vive el hombre
Entendiendo “Hombre” en el sentido histórico (patriarcal) del lenguaje (todes somos hombres)
¿En qué piensas cuando piensas en Atenas?
Cuando le conté a mi madre que vendríamos a Atenas, ella se emocionó y dijo ¡Ahhh, qué bella Atenas!
Aunque mi mamá nunca ha estado en Atenas. Pero es una devoradora de libros y programas de televisión sobre historia y cultura universal.
Bueno, yo pensaba que me encontraría con “atrapa turistas” vestidos con túnicas blancas, chanclas y coronas de olivo sobre la cabeza caminando por las zonas históricas esperando trabajar de guía improvisado o cobrar por tomarse una selfie con algún visitante.
Pero lo mío era resultado de la mezcla de ignorancia e imaginación. Al menos mi mamá había estudiado.
Yo esperaba aprenderlo in situ.
Aunque obvio que también pensaba en historia, en democracia, en juegos olímpicos, en mitología o en esculturas de cuerpos masculinos bien definidos.
(Acá es donde se inserta mentalmente ese meme sobre la expectativa y la realidad)
Habíamos entrado a Grecia por el norte, desde Albania, y nos habíamos dirigido primeramente hacia Meteora donde estuvimos un par de días haciendo la ruta de los monasterios suspendidos en el aire. ¡Una verdadera maravilla!
Y la pequeña ciudad de Meteora nos pareció preciosa.
Luego nos trasladamos hasta Delfos, el ombligo del universo según la mitología griega, donde visitamos el museo arqueológico, las ruinas del templo de Apolo y del Templo de Atenea Pronaia.
(Todo esto quedó registrado y lo podrás ver en los próximos episodios de nuestro canal de YouTube Diario Viajero 2.0)
Nuestras primeras impresiones sobre Grecia, hasta ese momento, eran inmejorables.
Estábamos felices de haberla incluido en nuestra ruta.
Básicamente estábamos conociendo la Grecia clásica. La que vemos en los documentales o leemos en los reportajes de la National Geografic Magazine.
Expectativa: 10 / Realidad: 10
El caso es que mi pasaporte vencía en 5 meses y me urgía ir al consulado chileno en Atenas para renovarlo.
Ya había conseguido una cita y llegamos 2 días antes para encontrar un buen estacionamiento y orientarnos en la ciudad.
Nada más entrar en Atenas nos estresamos.
Nos recibió un tráfico caótico, donde la gente estaciona sus autos donde le da la gana, donde casi la mitad de los motociclistas no usan casco, donde la mayoría de las calles son demasiado estrechas y empinadas, y la policía controla los vehículos en una curva en U en pendiente.
Justo la pendiente que debíamos subir para llegar a nuestro tercer intento de estacionamiento para pasar la noche.
Desde que llegamos a Atenas hasta que finalmente pudimos estacionarnos pasaron unas 3 horas.
Habíamos revisado varias opciones entre las que aparecían en la app de estacionamientos para viajeros park4night, pero las 2 primeras no resultaron.
Uno en la costa ya no permitía motorhomes y la policía vino a echarnos. Luego el segundo estaba sobre un terreno demasiado empinado. Imposible dormir, cocinar o comer allí.
Por la noche, estando ya casi listos para dormir, grupos de jóvenes hacían rugir sus motores, derrapaban, oían música al tope de sus parlantes, gritaban y reían como si fuera la última noche de sus vidas.
Era una escena perfecta para representar en una película o novela juvenil. Realmente lo estaban pasando muy bien.
Pero nosotros no.
Era sábado por la noche y estábamos en un estacionamiento gratuito. Y, después de la experiencia de la tarde, no queríamos volver a movernos.
Nos resignamos e intentamos dormir.
Al día siguiente (domingo) estábamos exhaustos, y mi espalda dolía. Nos levantamos tarde y salimos a caminar hacia el mirador del Licabeto, donde las reseñas prometían una vista espectacular de la ciudad y la Acrópolis.
Realmente maravilloso.
Fue allí que descubrimos la real dimensión de la capital griega. Era increíblemente grande, mucho más de lo que habíamos imaginado.
Desde ese lugar estábamos a 25 minutos caminando hasta el consulado chileno. Imposible encontrar una mejor ubicación para un vehículo de 7,5 metros de largo en una gran metrópolis.
Nos fuimos a acostar confiando en que, siendo domingo, al día siguiente la gente tendría que levantarse temprano para estudiar o trabajar, y que no habría fiesta callejera esa noche.
Pero nos equivocamos.
Expectativa: 10 / Realidad: 1
Al día siguiente, algo aturdidos por la mala noche, recorrimos algunos lugares que quedaban cerca de nuestra ruta, renové mi pasaporte, comimos, Gaspar se conectó a sus clases y nos fuimos de Atenas en busca de paz.
Pero nos fuimos con pena, nos habría gustado recorrerla más. Aunque aún tenemos la esperanza de hacerlo cuando vayamos nuevamente a retirar mi nuevo pasaporte.
Pero definitivamente pasaremos la noche en otro lado.
Ahora escribo desde una playa griega donde hemos aprovechado de descansar, disfrutar del sol y las olas, y Gaspar se lo ha pasado metido en el agua.
¡Esto sí que es vida!
Con cariño,
PD: si has estado en Atenas y tienes una opinión diferente, ¡cuéntame! Me encantaría leerte.