Hoy quiero contarles algo que aún a mí me sorprende: cómo pasé de ser una periodista con carrera estable en Chile a vivir en una motorhome, tejiendo con lanas teñidas por mí misma y recorriendo Europa con mi familia.
Todo empezó con una pregunta incómoda (de esas que uno evita hacerse): "¿Realmente quiero seguir viviendo así?"
En ese entonces, mi vida era "exitosa" en papel: un buen puesto, una casa en Punta Arenas, rutinas predecibles. Pero algo no encajaba. Y un día, en medio de la pandemia, con mi marido nos miramos y dijimos: "¿Y si nos vamos?"
Por suerte los niños estuvieron de acuerdo 😅
El día que vendimos el sofá
Lo primero que hicimos fue vender casi todo. El sofá, los libros, los adornos, los autos, las plantas, mis telares, etc. Fue liberador y aterrador a la vez. ¿Sabían que al final solo guardamos lo que cabía en cuatro maletas? (¡Y una de ellas era sólo para mis lanas y telares!).
Ahora, nuestra casa tiene ruedas. A veces amanecemos en un bosque en Escocia; otras, en un estacionamiento junto al mar en el Peloponeso. Gaspar estudia en línea (y ha aprendido más inglés en una plaza de Belgrado que en años de colegio). Mi marido trabaja remoto. Y yo… bueno, yo tejo, escribo, pinto acuarelas y grabo videos para YouTube entre museos y cafés con WiFi.
Lo que nadie te cuenta
No todo es Instagram. Hay días en que extraño una ducha larga, o en que el espacio se siente pequeño. Pero también están esos momentos mágicos: cuando una chica alemana me regaló un queque hecho por ella en su motorhome mientras estábamos estacionados frente a una cervecería en Serbia, o cuando Gaspar hizo amigos en Grecia sin compartir ni una palabra de idioma común.
Si quieren saber más de esta locura hermosa, los invito a ver mi entrevista en Auténticas del Sur (¡y a reírse conmigo de mis primeros intentos grabando videos verticales!):
¿Ustedes han tenido un "¿Y si…?" en sus vidas? Cuéntenme—leo cada comentario con una taza de café en mano, desde donde sea que esté hoy.
Abrazo nómade,
Claudia