Rivera Letelier: el pampino moreno de manos maltratadas
Lo mejor de "La Reina Isabel cantaba rancheras"
Hace algunos días terminé de leer la edición aniversario de “La Reina Isabel cantaba rancheras” del escritor chileno Hernán Rivera Letelier.
Su nombre me viene persiguiendo al menos desde hace unos 10 años. Y jamás lo había leído. Por miles de razones absurdas lo había postergado. Ahora me aprieto los dedos en la puerta. Me castigo y me castigo. ¿Cómo dejé pasar tanto tiempo?
Su primera novela, “La Reina Isabel cantaba rancheras”, se publicó por primera vez en 1994, luego de haber ganado el primer lugar de la categoría de mejor obra inédita del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, el galardón más importante que se entrega en Chile. Rivera Letelier tenía 44 años.
Hasta ese momento, Rivera Letelier aún trabajaba en la oficina salitrera Pedro de Valdivia, al interior de Antofagasta, pero ya no iba a la faena. Tras haber finalizado sus estudios secundarios, siendo ya un adulto, había sido transferido a un departamento administrativo.
Rivera era un “aparecido”, un pampino moreno de manos maltratadas y sin academia. ¿Cómo podría ser que escribiera así? ¿Cómo podría haber aperturado una novela con un magistral párrafo de 6 páginas y sin perder un ápice de dignidad?
Su pluma vino a refrescar la añosa y tradicional narrativa chilena del momento. Fue el primer evento telúrico que dejó damnificados. El segundo fue Bolaño.
En el año 2022 recibió el Premio Nacional de Literatura.
No tengo intenciones de hacer una crítica literaria. Odio la crítica. Yo leo por placer. Para mi deleite. Así es que voy a dejarles aquí algunos de mis pasajes favoritos:
1) “…ya comienza a aleluyarle el alma con esa exultante entrada de violines y trompetas a todo dar” (p. 12).
2) “…desde donde un día, siendo aún casi un peneca, un chamaco recién meando dulce, se enganchara hacia estas desconocidas pampas perdidas de la patria con la idea de trabajar solo por un tiempito” (p. 13)
3) “…un tonto Longines tictaqueándole suavecito en el bolsillo” (p. 14)
4) “…El otro es su penitente catre de tubos de tres pulgadas de diámetro pintado de color aluminio” (p. 18)
5) “…cuando en alguna tertulia de día de pago el vino le insolenta la vena artística” (p. 21)
6) “…se había criado igual que los lagartos: a pampa rasa” (p. 22)
7) “…donde fuera desvirgado por mujer, una calurosa tarde de adolescencia” (p. 22)”
8) “…ya se había enamorado con cáscara y todo” (p. 32)
9) “…en donde el vino corría con más caudal que el río Loa y los tejos, pulidos como zapatos de mujer llorando” (p. 39)
10) “…La fuerza descomunal del remolino arrancó de cuajo las estacas clavadas a macho en el duro suelo calichoso” (p. 40)
11) “…perdiéndose como un paracaídas cayendo hacia arriba” (p. 40)
12) “…la Garuma se atrapó maquinalmente tres moscas católicas” (p. 48)
13) “Fue un sueño largo y zarandeadocomo un viaje de cinco días en tren” (p. 56)
15) “…y al final, temerarios e insensibles como profanadores de profesión, siguieron con la madera santa de las cruces, sin importarles los nombres, las fechas ni los dolorosos epitafios escritos con letra gótica y conmovedoras faltas de ortografía” (p. 63)
16) “…uno como yo, paisitas, que no le pegaba mucho al coco, le podía llegar a salir patilla esperando recibir un pase” (p. 107)
¿Tú ya has leído a Hernán Rivera Letelier?
Hasta pronto!