Cómo pasé de un clóset de 4 metros a uno de 40 centímetros
Aprender a soltar fue el primer aprendizaje del viaje, antes del viaje.
Hoy te voy a contar uno de los grandes desafíos de la vanlife: soltar. Y te voy a contar cómo pasé de un closet de 4 metros a uno de 40 centímetros. No te diré que fue fácil, para nada, pero tampoco fue algo tan terrible.
¡Es más! Después de casi un año y medio guardando y organizando mi ropa en un clóset tan pequeño, es algo que recomiendo hacer. De hecho, hoy siento que aún tengo mucha ropa.
En curioso cómo mi marido se deshizo de la mayor parte de su ropa antes del viaje y trajo consigo lo imprescindible y poco más. Mientras que para mí fue un gran dolor de cabeza.
Primero lo primero: ¿Cómo llegué a tener un clóset de 4 metros?:
Tenía un trabajo administrativo de alta exposición en una empresa. Sentía que debía vestirme para estar “siempre lista” para cualquier actividad que me exigieran los diferentes cargos que ocupé a lo largo de 12 años allí.
Podía permitirme comprar ropa, zapatos y accesorios. Recibía un sueldo seguro todos los meses (aún no era emprendedora a tiempo completo).
Pero lo más determinante no fue que podía comprarlo, sino que conceptos como slow fashion, moda sostenible, producción responsable, desechos textiles, consumo consciente, minimalismo, y otros, no estaban totalmente integrados a mi vocabulario en ese momento de mi vida.
Aunque ya comenzaban a incubarse de algún modo. Por ejemplo, sentía un fuerte compromiso con la ética en la producción de la lana, potenciar la materi prima local y en la importancia del diseño de tejidos atemporales, heredables y de materias primas alta calidad.
Con ese pensamiento, básicamente, fundé mi marca de lana y escuela de tejido Wool Crafts 🧶
Pero no se había extendido a mi clóset aún.
La vida antes de la minimización:
El mueble de 4 metros fue un regalo de navidad que me hizo mi marido hace unos 7 u 8 años. Vivíamos en una casa en un barrio de los años 50, cerca del centro de Punta Arenas.
Cuando nos mudamos a vivir a nuestra casa en el campo, en mayo del 2019, nos llevamos el clóset. ¡Obvio!
Lo tenía organizado por secciones: la de los vestidos de invierno, la de los vestidos de verano, la de los blazer que combinaban con los de invierno, la de los blazer que combinaban con los de verano, la de los trajes completos, la de las chaquetas, la de los pantalones, la de los zapatos de la oficina, la de las botas y botines, la de los zapatos outdoor o fin de semana, la de las camisetas, la de las poleras, la de la ropa interior, etc.
Hoy no puedo creer el nivel de locura que llegué a tener y lo apegada que estaba a todas esas cosas.

El mayor desafío jamás imaginado: meter mi vida en 2 maletas:
¿Se han dado cuenta que el tamaño de las maletas que permiten las aerolíneas es cada vez menor?
Nosotros debíamos tomar un vuelo desde Punta Arenas hasta Santiago, otro desde Santiago hasta Lima, luego otro desde Lima hasta Barcelona, con escala en Madrid. Éste último era el único donde no tendríamos que cargar las maletas de la bodega.
Como solo tengo 2 manos, decidí llevar una mochila en cabina y 2 maletas en bodega. Una la llené de lanas, materiales de arte y un pequeño telar ranurado.
Y entonces sólo me quedaba una maleta para ropa, zapatos y útiles de aseo, maquillaje, cremas, etc.
Nos estábamos planteando un viaje por un año. Tiempo durante el cual evaluaríamos qué hacer después: seguir viajando o regresar a Punta Arenas.
Por supuesto que esta decisión también dependía de cómo anduviera nuestra economía durante ese período, la que básicamente consistía en ahorros invertidos y de propiedades en arriendo.
El viaje emocional:
Es curioso cómo puedo tomar grandes decisiones en segundos y otras tan básicas o sencillas como elegir con qué ropa quedarme, puede resultarme tan compleja.
La gran mayoría de mi ropa, si es que no toda, realmente me gustaba muchísimo o me resultaba práctica y cómoda para diferentes situaciones. Así es que imaginarás que la decisión fue extremadamente difícil. Soltar nunca ha sido fácil.
Afortunadamente, por esos días mi mamá estaba con nosotros en Punta Arenas y me ayudó bastante a discriminar. Solo habían 2 montones encima de la cama: el A (la ropa que metería a la maleta) y el B (la ropa que regalaría o vendería)
En primera instancia, yo había dejado la mayoría de los vestidos que parecían más formales en el montón B y estaba empezando a elegir lo que guardaría en la maleta.
Pero mi marido entró a la pieza y preguntó por esos los vestidos. Le dije que los regalaría o vendería, que aún no lo decidía. Y me dijo que los metiera en la maleta, que ocupaban muy poco espacio y que a él le gustaba cómo me quedaban.
A mí también me encantaban, como casi todo lo que había en mi clóset. Así que le hice caso y los enrollé como lo habría hecho Marie Kondo.
Luego separé la ropa de invierno y de verano que no ocuparan demasiado espacio y que no fueran demasiado gruesas (y que hicieran juego), pues no teníamos certeza de cómo lavaríamos y secaríamos nuestra ropa.
La vida después de la minimización:
Ahora, con un clóset de 40 centímetros, concentro mi energía en las cosas realmente importantes. Soy más consciente de lo que realmente necesito y soy capaz de diferenciarlo de lo “bonito” pero inútil.
Durante nuestro viaje a Reino Unido el año pasado, visitamos muchos charity shop donde encontré madejas y conos de lana natural y prendas de vestir de excelente calidad a un precio realmente conveniente.
Aunque en mi clóset de 4 metros tenía todo muy ordenado, ahora mis mañanas son bastante más simples y relajadas. Ya no pierdo tiempo buscando ropa ni consumo mi energía armando combinaciones. Ya no me siento abrumada por la cantidad de posibilidades.
La elección es simple y se limita a una de estas alternativas:
¿Hace calor?
¿Hace mucho calor?
Hace frío?
¿Hace mucho frío?
Conclusiones y reflexiones:
Este viaje de minimización ha sido una experiencia increíblemente liberadora y reveladora. Aprendí mucho sobre mí misma, sobre lo que valoro y sobre cómo quiero vivir mi vida.
Hoy valoro la calidad sobre la cantidad, la reutilización, las reparaciones, y a vivir con lo justo y necesario. Por que si no, me estorba.
Comprar ropa ya no es una “experiencia religiosa” ni mucho menos.
Nuestro presupuesto es ajustado y se destina a combustible, supermercado y entradas para sitios increíbles. Y eso me hace sentir muy feliz conmigo misma, pues es más coherente con mis valores y con las necesidades del mundo que estoy conociendo.
Si alguna vez te has sentido abrumada por la cantidad de cosas que tienes, te animo a considerar la minimización. No necesitas estar en una situación como la mía para asumir un desafío como éste. Puede que te sorprendas de lo mucho que puedes aprender de un clóset de 40 centímetros.